Emma, madre de Solomon Dodero

“¡Quiero volver a mi país!”

La petición ya es toda una declaración de principios: “a mi país”. Cinco años después de esta primera petición clara y contundente, repetida con insistencia cada año, pudimos por fin viajar. Los últimos tres años lo hemos intentado, pero por una razón u otra no hemos podido hacerlo. Si la petición no hubiese sido hecha con tanta insistencia, no me habría planteado el viaje. Cuando él fuera mayor ya decidiría si quería y cuándo quería volver, pero Solomon, a sus 14 años, siempre ha mantenido muy vivos los vínculos y el amor por lo que él consideró “su país”, un orgullo, un lugar en el recuerdo donde se sentiría plenamente integrado, una parte de él.

Fuimos a principios de septiembre de 2012 para estar quince días. Empezaríamos por ir a su pueblo a intentar buscar información y lo que quedara de su familia y luego teníamos la idea de seguir el viaje por el Norte para que conociera un poco mejor su país.

La emoción con la que se despidió de todos en Barcelona; la necesidad de ir a ver a toda la gente que él quiere para decirles que se iba, quería compartir el momento con todos.

Sólo al llegar a Roma donde hacíamos el cambio de avión hacia Addis y ver gente etíope esperando para embarcar ya fue una explosión de felicidad, saludando a todos, hablando con todo el mundo, preguntando, una necesidad inmensa de explicarles que volvía después de ocho años. Creo que tenemos los teléfonos y Facebook de todas y cada una de las personas que iban en ese avión.

Llegamos entrada la noche y al día siguiente de madrugada me decía “salgamos a la calle, quiero ver mi país!”. Eran las cinco de la mañana.

Los dos primeros días de búsqueda de sus orígenes familiares no fueron fáciles, no encontramos casi nada de lo que buscábamos, los lugares donde sabíamos que había sido le eran extraños, no recordaba nada, la falta de imágenes fijadas en la memoria fue muy frustrante para él: “qué decepción!, ¡no recuerdo nada!, quizá no estaba aquí…” Verlo buscar en la memoria alguna imagen que le resultara familiar, hacernos sufrir a los que lo acompañábamos, que volvimos a los lugares tantas veces como nos lo pidió con un resultado decepcionante. Hubo quien intentó hacernos creer que lo conocía y no era cierto. Hay que ser muy cuidadosos en estas investigaciones, intentar tener información previa e ir sobre seguro para no caer en falsas trampas. Naturalmente, se debe volver con alguien del país que te acompañe y haga de traductor, si puede ser que tenga experiencia, que confíe, y aun así no está exento de posibles engaños que pueden resultar dolorosos. Pero sobre todo, hay que ser cuidadoso y respetar hasta donde quieren saber y recordar nuestros hijos. En atención a ese respeto decidimos dar por terminada la investigación, Solomon no quería buscar más, el guía le prometió que él continuaría la búsqueda y lo mantendría informado.

Superados estos dos días iniciales, empezamos el viaje por el Norte del país. Este viaje lo hemos disfrutado mucho los dos, yo descubriendo un maravilloso país del que me he dado cuenta que no sabía casi nada, y él en contacto permanente con la gente. “No me gusta venir aquí de turista, quiero vivir con ellos”. Ha comido, jugado, bailado, hablado y corrido, él hace atletismo, con niños, niñas y todo aquel que lo ha querido acompañar en cada aldea y ciudad por donde hemos pasado. Teniendo en cuenta la gran importancia que tiene en este país el atletismo, este ha sido un elemento muy integrador y muy bien recibido por parte de los etíopes. Con la práctica del atletismo, el poco amárico que habla y sus dotes de bailarín y conocedor de la música tradicional del país, lo han reconocido como uno de ellos y siempre se lo han demostrado con una amplia sonrisa y un gesto de complicidad: “Ruch, Solomon, Ruch*!”, lo animaban. Le han devuelto con gratitud, diría yo, el hecho de haber preservado sus orígenes, el hecho de sentir orgullo de ser etíope a pesar del tiempo y la distancia, algo muy importante para un pueblo tenaz que ha hecho de este orgullo bandera como pocos.

Este viaje ha sido un éxito en nuestra pequeña familia, ha habido momentos para todo, el rechazo, el desconcierto, el miedo, la tristeza…, pero ha prevalecido en todo momento la sensación de la felicidad de volver, la necesidad de reconocerse, de reencontrarse.

Quizás para otra familia el éxito será no hacer el viaje, cada niño, cada familia, cada historia son únicos y es desde aquí que se debe contemplar la posibilidad de retorno.

Emma, madre del Solomon Dodero

* Ruch: correr en amárico