No es nada extraño que el escepticismo carcoma mi capacidad de querer creer en un cambio -de las condiciones vitales y materiales de la gente del pueblo etíope– hecho desde las élites políticas. De hecho, la política ha demostrado que su única vara de medir es, precisamente, el poder y el capital. Es por esto, que me es complicado hablar de cambios políticos en Etiopía en términos de mejoras sociales hacia la población civil. Los políticos solo tratan de mantener sus sillas, sin importar aquello que acontece a sus conciudadanos.
Partiendo de esta posición, visiblemente negativa, de la política en general y de Etiopía en particular, me voy a centrar en aquellos que cambian el país día a día y persona a persona: los movimientos civiles que luchan por sus derechos.
La organización popular
La organización popular no es nada nueva en el país, ha existido siempre. A falta de unas políticas que favorezcan a las personas más desfavorecidas, el pueblo se ha tenido que erigir como su único y más feroz defensor. Es así como, puerta a puerta y codo a codo, los etíopes se han organizado entre ellos; ya sea en forma de comunidades de vecinos, organizaciones universitarias o bien como grupos combatientes contra un enemigo común, que a veces, ha acabado siendo un estado autoritario.
No es sorprendente la estrecha relación que tienen los vecinos entre sí; la situación y necesidad les han hecho depender los unos de los otros, creando así una red de soporte mutuo muy potente. Tanto es así, que cuando alguien tiene un problema no recurre al estado o la policía –puesto que estos no son, en la mayoría de casos, quienes socorren a la gente–, sino que buscan el apoyo de aquellos con quienes viven puerta a puerta.
Los niños se crían de forma comunitaria y los viejos se cuidan entre toda una comunidad. Además, cuando alguien no tiene qué llevarse al estómago, son sus vecinos quienes le ponen la comida a la mesa.
Cuando fui a visitar el país hace relativamente poco, me encontré con vecinos que preocupados por la nefasta accesibilidad a un barrio –debido a un camino de rocas con una cuesta enorme que dificulta la vida de muchas personas– se dedicaban a arreglar el camino con el dinero que los otros vecinos les daban. Es, en teoría, trabajo del gobierno el hecho de construir un camino decente, pero frente a su ausencia, ellos se habían organizado para trabajar en un proyecto comunitario y totalmente autogestionado.
Es posible que la poca disposición del gobierno etíope de ayudar a los vecinos de aquella zona a llegar a sus casas se deba al gran interés que tiene de expropiar las tierras –llenas de chozas– y edificar bloques de pisos a los que, seguro, aquella gente no podría acceder porque se trata de una zona empobrecida.
¿Se podría decir que la población civil organizada hace el trabajo del gobierno? Muchas veces sí, y no solamente en este ejemplo citado. Es una práctica bastante extendida, de forma que a veces parece que el gobierno confíe en la capacidad de los ciudadanos de suplir las deficiencias que este no cubre.
Aunque durante los gobiernos de Meles Zenawi y Hailemariam Desalegn las organizaciones civiles fueron marginalizadas y perseguidas porque fueron percibidas como un peligro para las clases políticas imperantes, hay que reconocer que en el gobierno de Abiy Ahmed tienen mejor aceptación.
A pesar de todo, no podemos perder de vista el hecho de que aún hoy en día, hay una represión brutal que no deja que los ciudadanos se organicen libremente; ni siquiera tienen derecho a manifestarse sin que peligren sus vidas e integridad física.
Nos quieren hacer creer que las pocas reformas gubernamentales que el equipo de Ahmed ha llevado a cabo en el campo político y social etíope son el resultado de las buenas acciones de un político, pero se olvidan de que es el pueblo quien se alzó contra el estado autoritario de Desalegn y luchó –sacrificando sus vida, casas y familia- para derrocar el totalitarismo. La gente no ha ganado, sólo tienen una tregua para coger aire antes de seguir luchando para lograr una vida digna y libre.
Proyectos locales
Otro agente imprescindible de esta resistencia activa se encuentra en la capacidad de la gente etíope de detectar sus necesidades y carencias para intentar dar una respuesta; es por eso que voy a hablar solamente de proyectos desarrollados por gente local. Es así como proyectos como el NEWA (Networking of Ethiopian Women’s Association) o el Setaweet surgieron para defender los derechos de las mujeres y dar una respuesta colectiva a las constantes agresiones machistas, violaciones, matrimonios infantiles, etc.
El NEWA es una agrupación de 42 organizaciones que trabajan en distintos ámbitos para la mejora de las condiciones vitales de las mujeres tanto en la ciudad como en el campo. Aunque ambos proyectos –Setaweet y NEWA– empezaron siendo movimientos autónomos de la gente local, se vieron forzados a aceptar financiación extranjera para poder crear centros para mujeres y niñas maltratadas, asesoramiento legal y otros servicios necesarios para una respuesta contundente a la violencia patriarcal.
A esto, cabe añadir la creciente conciencia social sobre la infancia y feminismo, lo que conduce a llevar a mujeres –y hombres en menor medida– a organizarse para parar matrimonios infantiles y denunciar a las autoridades, quienes aún sabiendo la existencia de esta lacra social, no hacen cumplir con rigurosidad las leyes que protejan a la infancia. Además, también se llevan a cabo formaciones para empoderar a las mujeres para que no tengan que depender nunca de un hombre. Es una lucha que va para largo, aún sabiendo que acaba de empezar, promete mucho. Nadie libera a las mujeres; ellas son quienes se salvan a sí mismas, trabajando codo a codo con sus compañeras.
A estas ONG que luchan para una sociedad feminista y pro-infancia, se les añaden dos grandes organizaciones, también no gubernamentales, imprescindibles; el EHRCO (Ethiopian Human Rights Council) y el EWLA (Ethiopian Women Lawyers Association). Las cuales, no solamente se dedican a la cuestión feminista sino que también se encargan de dar cobertura a otras causas sociales.
También existen ONG locales que se dedican a sacar niños de la calle y darles cobijo y comida. Desde la autogestión y parte de donativos de particulares, asociaciones y colectivos extranjeros son capaces de responder a un problema que afecta a muchas criaturas.
¿Es trabajo de la sociedad civil hacer la función de los servicios sociales? No. Debería ser el gobierno quien diese prioridad a aquellos niños en situaciones de máxima vulnerabilidad, pero por alguna extraña razón no lo son, lo que lleva a la gente a preocuparse por ellos.
Un proyecto que me ha fascinado desde que descubrí su existencia por casualidad es el que se lleva a cabo en un pueblo llamado Awra Amba, en el cual prima la autogestión, la colectividad e igualdad en su día a día. No solamente es un sitio que no se rige por las leyes de ningún gobierno o autoridad, sino que además es también un refugio para mujeres maltratadas, violadas y violentadas por el sistema patriarcal; allí no ven su valía humana degradada sino que se pueden medir con cualquier hombre y descubrir que pueden hacer exactamente lo mismo.
¿Con esto han erradicado las violencias machistas y el sistema patriarcal? Probablemente no, pero van un paso por delante de todos nosotros.
Awra Amba no es un sitio que mire solamente por su bien y el de nadie más, sino que colectiviza algunos de sus servicios. Por ejemplo, la escuela que construyeron para sus niños ha acabado sirviendo para dar una educación decente a los niños de pueblos cercanos. Para poder formar parte de esta comunidad tan paradigmática, hace falta despojarse de los prejuicios, roles de género, religión, vicios, manías y poder aportar cada día una gran cantidad de trabajo para el bien de la comunidad.
Hay muchos proyectos de cooperación local en Etiopía; además, es habitual ver que el día a día de las clases populares está lleno de apoyo mutuo y autogestión porque la gente está dispuesta a luchar por un futuro mejor. Allí donde el gobierno no llega, lo hace la gente. Resistir es también luchar cada día contra un sistema que empobrece, porque solamente el pueblo salva al pueblo.
Beza