La vida es aquello que transcurre entre el hogar y la búsqueda de éste; es el anhelo que nos mueve a todos. Muchas personas nunca llegan a plantearse esta disyuntiva; como dice el dicho: “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”, y seamos sinceros, hay gente que nunca pierde lo bastante como para poder valorar aquello cotidiano. La aplicación de otra mirada, en cierta manera sorpresiva, de los objetos es reservada a un grupo determinado de la humanidad, aquellos que antes han renunciado.
Los motivos por los que la gente deja su casa son muy diversos, empezando por los económicos y acabando por los políticos. Entre estos dos polos se encuentra un matiz enorme de posibilidades, aunque siempre hay formas más fáciles y cómodas de partir. Pero dejar atrás tu domicilio siempre resulta un ejercicio doloroso.
“Tienes que entenderlo, nadie pone a su hijo en un barco salvo que el agua sea más segura que la tierra”, decía Warsan Shire, una poetisa y refugiada somalí, refiriéndose a la postura que Europa cogió con aquello que denominó la “crisis” de los refugiados. La solución la conocemos todos. Una vez más, nos hemos escondido tras los muros físicos y mentales que entre todos hemos construido.
Actualmente Etiopía es el primer país africano y el quinto en el mundo en lo que refiere a la recepción de refugiados; gran parte provienen de Somalia, Sudán, Yemen y Eritrea.
Así como Europa corrió a cerrar sus fronteras cuando vio que cada vez había más gente que tenía necesidad de huir de su casa, el gobierno etíope tomó una postura muy distinta. Hizo políticas que favorecen la integración de la gente refugiada en el país, con la posibilidad de tener permisos de trabajo temporales, poderse abrir una cuenta bancaria o bien moverse libremente por el país.
Los diarios del mundo se llenaron de inmediato de estas nuevas medidas que tomó el equipo de Abiy Ahmed, quien parecía estar dando una lección a la vergonzosa postura europea, y lo hizo, pero tenemos que tener en cuenta la situación límite en la que se encontraban los campos de refugiados, los cuales, estaban llenos, no sólo de personas, sino también de miseria y personas miserables.
Los campos de refugiados nunca han sido lugares seguros para nadie. Son el sitio sin ley donde las mujeres eran violadas sistemáticamente, había conflictos étnicos, escasez de comida y agua, una mortandad enorme, así como también una natalidad bastante importante: nacían niños cuya su esperanza de vida era el tiempo que tardamos en dar un suspiro. Así pues, las medidas del gobierno fueron una forma de dar una oportunidad a toda aquella gente. Por fin podían soñar con la libertad, aun siendo coartada por la privación de muchos derechos.
Por otro lado, Etiopía tiene mucha gente en la diáspora por temas políticos y económicos principalmente. Hasta hace un año, muchos activistas, políticos, periodistas y opositores al gobierno de los ex presidentes Meles Zenawi y Hailemariam Desalegn, que yo recuerde, se vieron forzados a huir y buscar refugio en otros lugares.
Toda esta gente se ha visto inmersa en dos frentes; el primero es el de sobrevivir en el país de acogida con el estigma que supone el hecho de ser inmigrante, y el segundo es el de encontrar una forma de restar implicados en las políticas del país de partida. Dicho de otro modo, no perder el contacto por si un día tienen la oportunidad de volver a mejorar la situación de Etiopía. Si una cosa tenemos los etíopes, es la de ser seres utópicos.
En un lugar creado
por las manos de un minorizado régimen
“Inmigrante”
Se ha convertido en una palabra fea
un insulto
una cruz
Inmigrante, arrogante, delicado
Poema de Kay-Rosa
Ahora muchos ya pueden volver a su casa y su tierra, aún así, algunos han construido una vida fuera de Etiopía a la que tampoco piensan renunciar. Han hecho del exilio su casa y descubierto que aquello que solían llamar casa es solo un sitio familiar, el hogar lo hace la gente y no solo el lugar y los objetos. Pocos tienen solo un hogar al largo de su vida.
Un tercer grupo, aunque mucho menor, que me gustaría mencionar, es el de los adoptados. Aunque Etiopía cerró las adopciones internacionales hace ya algún tiempo, los que partimos de nuestro hogar en esta situación, observamos en la distancia los pasos que va dando el país. Nos apesadumbramos con cada desgracia y celebramos cualquier victoria. No obstante, a muchos solo nos recuerda de dónde venimos el color de nuestra piel y la mirada externa que nos percibe como inmigrantes. Sin olvidar de dónde venimos, hemos convertido en hogar el sitio donde se encuentran nuestros seres queridos.
Bezawerk Oliver Martínez