Estas líneas quieren ser una muestra de agradecimiento a la gente de Etiopía con quien hemos coincidido a lo largo de las tres semanas que hemos viajado.
El nuestro ha sido un viaje de regreso, especialmente para nuestros hijos, Tigist y Jonan, que no habían pisado suelo etíope desde que llegaron a Catalunya hace 9 años y medio.
La ilusión les brillaba en los ojos cuando cogíamos el avión de Barcelona a Addis Abeba.
Era un viaje que habíamos preparado con mucho cuidado e intención, pero quizás no esperábamos que lo que íbamos a vivir nos dejaría una huella tan profunda.
Nos han acompañado sus tíos, y creemos que ha sido un acierto ir con alguien con quien compartimos un vínculo tan estrecho.
Estamos convencidos, como muchas familias adoptivas, que conocer sus raíces puede ayudarles a forjarse una identidad plena. Y además, queríamos que conocieran su país de origen de primera mano.
Después de unos días en el Este del país (Harar y Parque Nacional Awash), hemos ido a Muketuri, donde hemos conocido el ánimo y la fuerza inagotable de unas mujeres que están entregando su vida para que las condiciones de niños, jóvenes y mujeres mejoren, y como consecuencia, para que también mejoren las condiciones de la comunidad. Nos ha sorprendido gratamente la cantidad de iniciativas en marcha. De entre ellas, queremos destacar una que nos pareció imprescindible: la residencia para chicas, actualmente en ampliación, que permite que jóvenes de los kebeles sigan estudiando para sacarse la secundaria o la formación profesional.
Un poco más al norte, en las montañas Choke, hemos convivido con una comunidad campesina que nos ha ofrecido hospitalidad y nos ha regalado unos días preciosos en que hemos conocido su forma de vida. Lo que hemos vivido ha sido de una intensidad humana tan grande, que ya nunca se borrará de nuestra memoria. Gracias Mulu Eco Lodge!
Y no muy lejos del lago Tana, hemos podido compartir la maravillosa experiencia de Awra Amba, donde desde 1972 un grupo de mujeres y hombres han desarrollado un proyecto de vida en que los principios del trabajo cooperativo y la redistribución justa de los recursos, la igualdad de género, el respeto a los niños y a los que no pueden valerse por sí mismos, son una realidad, y no solo palabras vacías. Es un lugar donde se percibe cómo los cambios culturales en positivo pueden aportar prosperidad y armonía a las personas.
Y finalmente a Desse, la ciudad de Jonan y Tigist, el colofón de nuestro viaje. Desse, «Mi alegría» en amárico, una auténtica sorpresa. Una ciudad poco visitada, donde no había nada espectacular para ver, pero que a nosotros nos ha cautivado y donde, a buen seguro, volveremos algún día.
Familia Masllorens Mas