Estem preparats?

Noviembre 2013

Cuando muchos de nosotros decidimos en su momento adoptar un niño o una niña de otra raza lo hicimos desde la ingenuidad de pensar que el color de la piel no era importante y que el amor sería suficiente para que ellos se sintieran parte de la familia y de su nuevo país. El tiempo nos ha hecho tomar conciencia de que el amor puede ser ciego al color pero que la sociedad no lo es, y que hay una diferencia entre cómo se perciben o los percibimos nosotros y cómo los perciben los demás, con lo cual es evidente que tenemos que educarlos para saber gestionar esta realidad. El no hablarlo o minimizarlo no hace desaparecer la realidad.

Y la realidad que cuentan muchas personas adultas adoptadas transracialmente es que, mientras ellos se perciben así mismos como “blancos” porque su familia, su cultura, su educación, sus referentes, etc. son blancos, los demás los consideran, en función de su fenotipo, como negros, asiáticos, latinos, etc. De ahí surgen algunas de las terminologías para referirse a ellos mismos: Personas Oreo (blancas por dentro y negras por fuera), Personas Banana (blancas por dentro y amarillas por fuera), etc.

Lo cierto es que probablemente cuando adoptamos a nuestros hijos pocos conocíamos ni siquiera la expresión privilegio blanco, que hace referencia a la forma en que las personas blancas se benefician de alguna forma, en una sociedad racista. Se trata de ventajas inmerecidas y algunas veces inadvertidas, que están basadas únicamente en el color de la piel, como muestra el informe Identificación policial por perfil étnico en España, publicado recientemente por el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Valencia.

Esa misma sospecha la tienen que afrontar las personas de otra raza, también en ocasiones, cuando deciden alquilar una vivienda o ante una oferta de empleo: a igualdad de condiciones con una persona de raza blanca tienen que demostrar mayor solvencia, preparación o valía personal.

Es evidente, por tanto, que el componente racial tiene que formar parte de la educación de nuestros hijos e hijas, ya que mientras van de nuestra mano los demás los consideran “uno de los nuestros”, pero cuando crecen y van solos la mirada del otro los convierte en personas “de fuera”, lo cual implica, en el caso de las actuaciones policiales por ejemplo, un porcentaje muchísimo mayor de identificaciones, cacheos o registros sin justificar que en el caso de las personas caucásicas.