VIAJE DE RETORNO – 15 días por el Norte de Etiopía
Desde el mismo día en que recogimos a Yonas ahora hace 4 años, sabíamos que nuestro vínculo con Etiopía era para siempre. Nuestras vidas, la de toda la familia, estarían por siempre estrechamente ligadas con aquel país. Es un vínculo que va más allá del recuerdo de una experiencia tan emotiva como es la adopción de un niño; Etiopía y África están tan presentes en nuestras vidas como lo pueden estar Cataluña o Europa. No es difícil imaginar que la conexión en el caso de Yonas es muy potente, pero desde aquel día, y como si fuera originaria de toda la vida, también lo es en cada uno de sus cuatro hermanos, Ona, Nil, Max, Jan y en nosotros, los padres; me atrevería a decir que incluso trasciende a otros familiares y amigos. Es como si Yonas se se hubiera ido haciendo de aquí en la medida en que nosotros nos hemos hecho de allá. Vivimos Etiopía cada día con su presencia: el encanto de África en su mirada, la alegría de la gente en su sonrisa, la resistencia y fuerza de un pueblo en cada gesto…
Creo que fue Joan Salvat-Papasseit quien dijo la frase cantada por Raimon “quien pierde los orígenes pierde la identidad”, y cuando se tienen unos orígenes tan enriquecedores como estos, era para nosotros una obligación, y a la vez un placer, hacer todo el que estuviese en nuestras manos para mantenerlos y reforzarlos. Seguramente es por eso por lo que siempre hemos sabido que haríamos tantos viajes de regreso como nos fuera posible. No es fácil logística y económicamente, pero nosotros tuvimos la oportunidad el último verano de ir todos juntos.
Con la suerte de compartir el viaje con buenos amigos, una familia también numerosa de edades parecidas a nuestros hijos, teníamos todos los ingredientes para realizar el viaje con una gran ilusión. Sólo faltaba vencer los miedos que a todos nos provoca lo desconocido, un país con informaciones confusas en los medios occidentales sobre inestabilidades políticas, grandes sequías y hambrunas, secuestros de turistas… llegamos a preocuparnos sobre la conveniencia del viaje, pero todas las dudas se desvanecieron cuando contactamos con Tila (Tilahun Belay), el que sería nuestro guía. Tila es un etíope de habla hispana (estuvo 14 años viviendo en Cuba) que ha trabajado para las grandes agencias de viajes españolas en los años de la euforia. Tila no es sólo un guía, es un enamorado de su país y esto, os aseguro que se transmite en cada una de sus acciones. No hace falta que os diga que visitar un país con un intérprete de habla castellana permite saborear los detalles, y en los detalles es donde está la diferencia. De Tila sólo os diré que el primer día ya era un amigo, y el último día ya éramos hermanos.
Nuestro viaje tuvo un esquema básico planificado de ruta, recorrer la zona Norte, pero siempre manteniendo un grado de libertad para poder cambiar los planes sobre la marcha, de nuevo gracias a la flexibilidad que nos proporcionaba Tila.
Todavía recuerdo la sonrisa de Yonas al aterrizar en Addís Abeba; se sentía el protagonista y un protagonismo perfectamente tolerado y reconocido por los hermanos, los padres y los amigos. Seguíamos cada uno de sus gestos, expresiones, miradas… todos sabíamos que estábamos viviendo un momento especial. Estabamos de nuevo en casa. Nos esperaba el minibus que nos iba a permitir recorrer el país. Allí los coches de alquiler van con chófer, Hermias, un chaval joven que poco a poco se fue abriendo y nos permitió vivir muy de cerca hechos de la cultura etíope, como la religiosidad.
Del viaje sólo destacaré cuatro pinceladas; necesitaría centenares de páginas para describir todo lo que hicimos y sentimos. En Etiopía, cada paso, cada conversación, cada mordisco… es una experiencia sorprendente. Lo primero que quiero destacar es que intercalamos en el viaje, claramente turístico y con espíritu aventurero, varias visitas a orfanatos. Como mencionaba antes, es parte de nuestro origen y saber de dónde vienes siempre ayuda a saber adónde ir. Visitar un orfanato con el personal del centro, ver a mis hijos adolescentes con bebés en brazos, comer la misma comida y acabar con un partido de fútbol multitudinario, os aseguro que es un recuerdo que todos nosotros llevaremos por siempre jamás en la retina.
El resto lo resumiré en una palabra: maravilloso. No osaría relatar la grandeza de un país tant rico en cuatro líneas, una ruta circular llena de riqueza y de rincones (Addis-Dessie-Woldija-Lalibela-Gondar-BahirDar-DebreMarkos-Addis-Awash). Os aseguro que todavía estamos impresionados por las iglesias de Lalibela, el recuerdo de la ascensión en burro al Monasterio de Ashetemariam a más de tres mil metros con unos guías-acompañantes a pie que te permiten entender por qué los atletas etíopes son la élite mundial, las pequeñas incursiones por los inmensos lagos norteños (Haik, Tana fuente del Nilo…), los animales salvajes de Awash a pocos metros y, esta vez sí, poder saborear de la capital, la inmensa Addis y su incomparable “merkato”, todo sin prisas.
Seguro que sabréis encontrar la información en cualquier página de internet, yo os animo a visitar la web de Tila: http://ethionline.webnode.com/.
Si por un momento se os ha pasado por la cabeza hacer este viaje de regreso, no lo dudéis. La experiencia es muy enriquecedora y, como ya he dicho, para todos y en todos los sentidos. Es, como yo digo, una oportunidad de combinar en un solo viaje muchos objetivos, el placer de hacer turismo por un país lleno de recursos naturales, el de entender algo más el mundo y tomar conciencia y, sobre todo, mantener el vínculo con el origen de nuestro hijo. Yonas estos últimos años ha recorrido y visitado muchos lugares, grandes ciudades, parques temáticos, maravillosas playas… os aseguro que si hoy le preguntáramos a nuestro hijo dónde querría ir este verano, me respondería lo que él y todos llevamos en el corazón: Etiopía.
PLANAS – BATLLORI
Ona – Nil – Max – Jan – Yonas – Mar – Marc